miércoles, 6 de junio de 2007

5. Amanece

Pueden llegar a existir millones de razones para no dormir, sensaciones concretas dentro de una situación y que la denominan como una instancia donde el cuerpo no se mueve pero la mente no deja de actuar. Pero aún así la peor sensación es la de no saber el porqué de la falta de sueño, lo inexplicable convertido en desvelo, una especie de incomodidad de no dar por resueltas las cosas antes de dormir. Muchas veces la incomodidad no tiene relación con algo poco grato, si no más bien por la fascinación de verse inmiscuido en algo que traerá frutos esperados y que la espera te mantiene despierto. Esto, en ese sentido, es diferente del insomnio (esa enfermedad de la nueva era que a quien lo ataca lo termina por ratificar como un ser aproblemado) porque este último te hace estar en ningún lado sin determinar el contexto en el que estas. Si te concentras en algo lo haces, pero si paras no puedes retomarlo. Como sea, la diferencia entre el insomnio y la incomodidad innombrable que no te deja dormir es la capacidad de darse cuenta las cosas que suceden alrededor, de cómo las tomas, de cómo las sientes y de cómo las analizas. Cuando tienes insomnio eres nada haciendo nada y sin tener sentido, pero esa incomodidad sin nombre es la excusa para seguir despierto y resolver lo que te ataca.
En el departamento, Carlos tenía los ojos abiertos y miraba hacia todos lados sin encontrar una razón por la cual el sueño no lo vencía; Sonia parecía haber olvidado por completo el desorden del lugar, que no era su cama y su acompañante que la miraba a los ojos aún cuando ella los tuviera cerrados. Esa sensación de incomodidad cuyo lugar albergado en el cuerpo no se podía detectar tenía a Carlos sin saber que hacer, y lo que era peor, lo mantenían despierto pensando, analizando, los eventos de las últimas horas. Se levantó de la cama, fue al baño, a la cocina por una cerveza, caminó al living, miró por la ventana de la terraza, prendió un cigarro, se sentó en el suelo frente a los discos de Juan y tomó uno de esos que estaban al final de la pila, de los que ya su compañero no escuchaba. Al ponerse los audífonos pudo escuchar la primera estrofa que dictaba:

“Cerca del nuevo fin,
tabú, fuego y dolor,
la selva se abrió a mis pies
y por ti tuve el valor de seguir”

Esa incomodidad que lo aquejaba viró hacia la sensación de equivocación, de que lo que acababa de pasar esa noche no era más que otro error dentro de la historia con Sonia, y por sobre todo otra vez ese ejercicio que tanto le molestaba de ella, convertirse en la forma concreta del que desea salvar a otro que lo único que busca es el fin, haciéndolo volver a ese circulo vicioso de lo que destruye pero es imposible de detener. Ese valor de seguir no era más que el claro ejemplo de saber lo mal que podría terminar todo y aún así intentarlo, de ese tabú interno que se rompe solo para que los errores se hagan más intensos, ese seguir al que Carlos no estaba acostumbrado porque siempre creyó tener los pies sobre la tierra. Y tuvo ganas de salir del lugar, de buscar aire aún cuando el sol recién había salido, de cambiar esa selva a la que había entrado, de no compartir su cama y de no pensar más el tema.
Entró al dormitorio con cuidado, tomó sus pantalones, la camisa tirada en el suelo y sus zapatillas, se vistió en el living y salió silencioso por la puerta. Al bajar las escaleras y llegar a la entrada principal se encontró con Antonia que miraba algo detenidamente pero tranquila. Eran casi las ocho y pensó lo raro que alguien estuviera en la calle a esa hora un día sábado.

- Hola... ¿Qué haces tan temprano aquí afuera? ¿Vienes llegando?
- No, necesitaba salir un rato del departamento. ¿Tú, que haces?
- Mi gata estuvo muy inquieta esta noche, de hecho no me dejaba dormir, así que quise sacarla para que conociera el lugar y aprovecho de tomar un poco de aire.
- Pues parece que está muy entretenida hurgando por las plantas, pero mejor ve a buscarla, por acá los perros salen de cualquier lugar.
- ¿Conoces de algún lugar abierto donde pueda comprar algo para comer?
- Si, un par de cuadras más allá hay un lugar que abre temprano, si quieres te acompaño, también necesito aire y estirar la piernas.

Por mucho que fuera extraña la situación, lo cierto es que ese par de cuadras a esas horas de la mañana eran la excusa perfecta para hablar de cualquier cosa, salvo eso si, de lo que Carlos había pasado durante la noche. Y mientras caminaban, mientras Micaela sacaba su cabeza del morral algo raro pasó, un tema llevó a otro, una anécdota llevó a un comentario personal, ese último a una rara forma de entender al mundo y las situaciones como una excusa para escapar de otras. Pero ella, como la vez anterior creía tener las palabras indicadas.

- Al fin y al cabo, lo importante de comenzar de cero es, siento, creer que las cosas que suceden alrededor perfectamente ya pasaron en las etapas anteriores. Gran parte de las veces en el pasado hay alguien más a tu lado que toma las riendas del asunto mientras uno mira las certezas del otro. En el punto del hoy estas en una etapa muy particular, pues me da la impresión que tendrías la oportunidad de hacer por tu cuenta, tomar la intención y actuar.
- ¿Acaso crees que después de dos cuadras puedes sacar conclusiones de alguien que recién ha aparecido en tu vida y que ya pasó por lo mismo? Apostaría que debe ser alguna de tus retóricas favoritas cuando conoces a alguien nuevo.
- No lo creas… algo me dice que hay algo de ti que no funciona bien, lo noto en tus comentarios poco seguros y en esas ganas de acotar la conversación cuando tus propias respuestas no te satisfacen. Supongo que eso tiene algo que ver con salir a las ocho de la mañana de tu departamento y perder tiempo acompañando a alguien a comprar en vez de decirle donde queda el lugar. ¿De que escapas Carlos?

Él se detuvo un momento y la miró como nunca, como que solo mirándola a los ojos podía conocer a alguien otra vez y de manera diferente.

- De mis errores, pero cada vez que tomo algo nuevo suelo volver a equivocarme. Es como si las cosas que hago no tuvieran sentido más allá del error.
- No es el error el que te persigue, eso no persigue a nadie, creo que no has afrontado el hecho que, por alguna razón, las cosas están destinadas al fracaso si no hay esfuerzo de por medio. Además no creo que habernos conocido en este rato haya sido un error para ti o para mi, de hecho fue todo un acierto, al menos tengo alguien donde vivo con quien conversar.
- ¿Y que hay de tus parientes?
- Eso es un cuento aparte. Realmente no quisiera hablar del tema, además, supongo que este es el lugar donde veníamos.
-Supones bien, aunque bastante.

Ambos se detuvieron en las vitrinas del local desde donde se veían las variedades de pan, uno que otro dulce y fruta. Después de comprar fueron a parar a una plaza cercana y se sentaron en unos vacíos juegos.
- ¿Sabes? Uno de los primeros recuerdos que tengo de niña es haberme caído de una de estas cosas mientras me balanceaba parada arriba. Lo simpático de todo fue que cuando caí la niña que jugaba a mi lado quiso ayudarme y recibió el golpe de vuelta del asiento. El resultado fue que ambas tuvimos un parche en la frente y nos reconocíamos en la calle, así que empezamos a ser amigas. Mi primera gran amistad comenzó como un accidente.
- A Juan lo conocí en un concierto que organizó la universidad. En esos tiempos para salir con una chica que le gustaba mucho la llevó y yo estaba detrás de ellos con unos amigos cuando ella sintió que una mano le había tocado el culo. Como estábamos todos apretados y yo era el que estaba detrás ella me culpó de todo. Fue allí cuando Carlos para hacerse el “macho alfa” o algo así, sin decir mucho, me dio un combo horrible. El asunto fue que ante eso un amigo se culpó de todo y dijo que fue por los empujones. Un par de días después me vio en la universidad con el ojo hinchado y fue a hablar conmigo. Ahora vivo con él, y aunque ya no me maltrata de esa forma siempre que nos emborrachamos sale el tema ese y termina pidiéndome disculpas.
- ¿Que pasó con la chica?
- No lo sé, supongo que no le gustan los chicos violentos.
- Pudo haber sido un buen partido para ti.
- Mejor que no. Carlos si tendría una razón para pegarme… ¿Qué pasó con tu amiga?

Antonia, por primera vez, titubeó, casi nerviosa.

- Eh… no la volví a ver después de que nos fuimos de ese lugar.

Cuando caminaron de vuelta al edificio notaron que las personas que vivían con Antonia estaban fuera subidos en un auto mirando con atención como ella caminaba de vuelta. Fue entonces que uno de ellos bajó y se le acercó para tomarle del brazo con la mano.

- ¿Desde cuando que sales sin avisar? Vamos, hay cosas por hacer.
- Tranquilo hombre (dijo Carlos), solo andabamos…
- No te preocupes, yo hablo con ellos (ella lo detuvo mientras movía su brazo tratando de zafarse de esa mano que la apretaba) Víctor, solo saqué a pasear a Micaela y aproveché de comprar algo para comer cuando me encontré con él, nuestro vecino del frente.
- No importa, solo sube al auto…
- Nos vemos en otro momento Carlos, recuerda eso del aseo del pasillo…

Carlos no entendía que estaba pasando. El titubeo, esas personas fuera esperándola, las mentiras que para él eran innecesarias. ¿Cuánto realmente sabía de ella y cuales eran las razones para tanto malestar? Para cuando subió a su departamento Sonia estaba en la mesa tomando café mientras la música estaba a cargo de Björk.

- ¿Dónde andabas a esta hora?
- Afuera, salí a… (No supo que decir). Yo creo que deberías irte luego, Juan está por llegar y no me gustaría que estuvieras acá porque suele llegar acompañado de amigos.
- Está bien, si solo esperaba que volvieras para despedirme.
Sonia se levantó de la mesa mientras Carlos paraba la música y buscaba algo diferente que poner. Entonces ella se le acercó y lo abrazó por la espalda, diciéndole unas palabras al oído. Él solo le tomó las manos, se dio media vuelta y la miró a los ojos. Fue allí cuando el no pudo dejar de decir lo que nunca antes había afrontado.

- Sonia, yo se que esto no tiene sentido. Si he tomado una decisión siento que no puedo dar vuelta atrás ni debo hacerlo, y lo que es peor, no lo quiero. Esto no es nada más que lo que pasó y lo que duró, así que mejor sal por esa puerta sin decir nada, no quiero discusiones, solo tratar de dormir solo y tranquilo.
- Aún no logro entenderte…

El retumbar de una puerta cerrada de golpe, con fuerza y con dolor fue el inicio de un silencio que puso a Carlos a dormir encima de su cama con una imagen en su mente de una cara desencajada, frustrada y de ojos lacrimosos. Era la cara de un final esperado pero demasiado violento.