martes, 10 de abril de 2007

Capitulo 3. Cuestión de actitud

Al llegar a la universidad Carlos sintió que algo diferente le estaba sucediendo, pues aquel encuentro que le hizo recordar a su antigua novia lo puso conciente de su estado de soledad y en las peleas que habían acarreado desde la separación. Al parecer ese constante problema de darle significado a los espacios desde la posición de un pasado que juega con la memoria le abría los ojos cada vez que recordaba sus fortuitos inconclusos, sus eternas automarginaciones y su sensación de vacío expresado en un aislamiento gracias a la música que traía puesta. Al caminar por el pasillo de oficinas en su facultad, justo antes de golpear la puerta que encerraba el trabajo de su proyecto, se detuvo a escuchar la conversación entre el profesor a cargo del proyecto de su tesis y su ex compañera que se desarrollaba dentro de la oficina:

- A veces creo que Carlos realmente está más interesado en terminar el proyecto de una buena vez sin mucho esfuerzo antes de realmente tomar en serio lo que está haciendo. De hecho, al no poder dejarlo a un lado el trabajo se hace más difícil ante su falta de participación.
- La voz de Sonia (pensó Carlos), quien una vez más como en nuestra relación critica mis actitudes creyéndose la medida de cómo deberían funcionar las cosas.

Golpeó la puerta de una buena vez y la voz masculina le pidió que entrara.

- Hola Carlos, no esperábamos que vinieras después de tu llamada. ¿Se solucionó el problema?
- No aún, a veces es intratable, pero por ahora está mejor, lo manejo (dijo él, pensando que el problema era utilizar la mentira como excusa).
- Me parece bien (dijo su profesor), aunque trata que tu ausentismo no aumente, nos queda poco tiempo para finalizar todo esto y lo que más necesitamos es participación constante e ideas frescas.

“Participación constante”, “ideas frescas”, palabras tan repetidas durante todo el año como esperables. Es como si Carlos anduviera buscando razones para que se las dijeran, para amarrarse a algo que lo mantuviera activo, después de todo era Juan y la universidad era la única razón para salir de su burbuja.

-Necesito que hablemos sobre algunos temas del trabajo, el profesor me decía antes que llegaras que debe salir por unos compromisos y ya está un poco apurado.
- Es cierto (mientras miraba su reloj), yo ahora me voy y la oficina debe quedar cerrada.

Fue entonces que Sonia y Carlos quedaron en un pasillo vacío decidiendo donde ir. Ella lanzó la idea de salir a tomar algo a un bar de por allí y hablar de los temas que estaban pendientes, y de seguro de una u otra anécdota que se jactaba de contar para marcar distancia entre su vida con él y lo que le pasaba estando sola. A Carlos, de no haber pasado lo del encuentro con su nueva vecina, no le abría dado importancia. Al rato estaban sentados en una mesa conversando. Avanzado el monologo femenino interminable y dado por las pocas opiniones de Carlos ella se detuvo a hacer lo que era la primera pregunta de la noche:

- ¿Qué te pasa? Es como si ya no tuvieras ganas de hacer mucho por lo que tu tesis. Te molesta algo, pero aún no puedo descifrar cual es tu problema.
- Ese es exactamente el problema, puedes llegar a saber todo respecto a las cosas que nos hacen estar juntos pero nada de lo que me pasa cuando estamos juntos. Llevo bastante tiempo hastiado de la monotonía que es verte desde esta posición tanto a ti como al resto.
- ¿Y cual es esa posición que tanto te molesta? ¿La de ya no estar conmigo? Porque para ser sincera te la haz buscado al no intentar hacer cambios o participar más en esas cosas que nos unen. Yo necesito libertad, tiempo y alguien que me siga el ritmo en las cosas que hago y lamentablemente nunca pudiste hacerlo. No se cuantas veces te he dicho lo mismo y aún no te lo naturalizas. Y respecto al resto, ese no existía cuando estaba contigo, pero ya estoy mezclada en ellos… asúmelo…
- Puede que tú te asumas en ese resto, pero cada vez que llegamos a este tema de conversación más afuera de ellos te pones. La verdad es que no me interesa caer en lo mismo, como te decía estoy hastiado de escuchar una y otra vez las mismas palabras… por un momento quisiera llegar a escuchar decir que también estoy fuera de ese resto para ti.
- Lo estás, por eso estoy preocupada por ti, pero lamentablemente me pone frente a una barrera que me producía esas ganas de salir de lo que teníamos. Si tan solo fueras capaz de repetir tu actitud tal como lo hiciste recién, de mostrarme lo que sientes y no seguir guardándote lo que pasa por tu cabeza cuando las cosas no andan bien…
- Pero aún así no podrías cambiar nada, solo hacérmelos olvidar por un rato hasta que otra vez me tope con los mismos discursos y palabras.
- Siento que pude haberte ayudado. No es lo que dicen los otros, porque lo que dicen son certezas a las que no se les puede obviar. ¿Sabes? Debo admitir que estar contigo también fue intentar ayudarte a comprender que no todo es tan lineal ni tan desechable. Si las cosas tienen formas de ser y una es capaz de entenderlas puedes llegar a pensar que la gente que está a tu alrededor se siente un segura de ti. Obviamente estabas tan cerca de mí que fuiste mi motivo para ver que tan lejos podía llegar en hacer las cosas mejor, y tu barrera impasable era un puzzle que nunca antes había visto y que me fascinó cuando te empecé a conocer de verdad. Puede que nunca haya cruzado esa barrera por completo, pero lo cierto es que alcancé a ver algo: fue a alguien que de verdad está esperando a otro con quién ser feliz.
- ¿Esperabas lograr algo con eso? Déjame decirte lo horrible que veo. Lo único que lograste fue caer en el círculo vicioso de que antes de sentir algo por mí intentabas satisfacer tu ego escudándote en esa meta de llegar detrás de esa barrera que no se formó por lo que tuvimos si no por lo que faltó por hacer y no pudiste hacer por concentrarse en traspasar mi problema a ti sin siquiera tratar de gritarme desde el otro lado animándome a salir de donde estoy. Mi problema es una soledad interior de no encontrar algo nuevo en lo que me rodea y replantearme lo que pasa para poder llegar hasta el punto donde vuelva a sentirme parte de algo. Vivir con Juan me muestra algo de todo eso que quiero, pero a la vez me aterra llegar a pensar que el desapego es la instancia más certera. Quisiera sentir que tú hiciste algo realmente por mi y no solo ver que te sentías más tu mientras yo me sentía cada vez menos yo.

Fue allí cuando el silencio, después de mucho rato y varios tragos, cayó sobre la mesa que compartían de manera tan lapidaria que solo quedaba espacio para los actos. Sonia se acercó a Carlos, cruzó sus dedos junto con los de él, lo besó en la frente y sus labios fueron cayendo hasta los de él. Así como sus lenguas juguetearon también los recuerdos de sus momentos se expresaron cuando se miraron a los ojos.
- Si bien lo del pasado no se puede cambiar, no olvides que las oportunidades pueden dar la opción de volver a intentar algo con el peso de lo que ya se sabe, el río que pasa trae nuevas aguas que hacen uno diferente al que ya estaba, aunque este mantenga su nombre. Si bien mi ego te incomoda, cuando lo ejercía era porque no sabía que más hacer… quisiera que por un momento que tú me dieras una idea, unas palabras nuevas más allá de lo que ya se ha dicho.
- No se lo que puedas hacer, pero lo claro es que quiero que las cosas cambien y es una pelea personal. Lo que necesito es irme y pensar en el ahora.
- Quiero ir contigo, podría cambiar tu soledad aunque sea por esta noche.

Partieron juntos de vuelta al departamento de Carlos sin decir una palabra, llevados por una pasión generada en medio del abandono total por parte de él y la necesidad de volver a encontrarse en el único momento que la satisfacía por completo, a sabiendas que, como siempre, estarían solo hasta la mañana. Un desorden total era el cuadro de bienvenida al hogar, pero antes de darse cuenta ya habían pasado al dormitorio que recibió a ambos igual a como ella lo había dejado hacía ya un par de meses. Sus manos solo se separaron para tocar el resto de sus cuerpos, al piel de ambos parecía solo una cuando ya estaban desnudos y besándose. No le importó para nada los resultados que podría traer todo esto y menos la cama desarmada.
Él se acostó al lado de ella mientras su mano izquierda recorría con las yemas de los dedos lentamente la espalda, y sus labios ya avanzaban hacia los huesos de sus hombros intentando morderlos de manera sinuosa. Ella se encontró con un cuello presa fácil de unos labios humedecidos y que necesitaban poner a prueba las sensaciones de calidez. Carlos se dejó llevar por una mano que se le acercó para recorrer los relieves del pecho de ella al compás de un movimiento que iba de arriba abajo y su lengua no demoró mucho en llegar a la misma zona. Los respiros violentos formaban una melodía que llamaba al olvido de cualquier pudor. Fue así que él la acostó con la espalda hacia arriba para acariciar y mojar los huesos que se podían sentir más afuera de lo normal y que parecían hacerse parte de ese juego en un dormitorio oscuro. Los dedos de Carlos bajaron por la espalda mientras su boca permanencia en la parte posterior del cuello, y cuando no pudo llegar más abajo que el fin de la espalda ella se dio media vuelta para quedar sentada delante de él y comenzar a besarse en la boca. Ese movimiento le significó a Sonia sentir como los dedos de Carlos eran la excusa para respirar aún más fuerte y más largo, para perder la visión y para querer tocar y bajar por un pecho masculino. Cuando ella ya estaba arriba de él las espaldas estaban siendo apretadas por manos sudorosas e inconcientes de su fuerza que se acompañaban de un golpeteo incesante y con sonido a húmedo. Cambiaron posiciones, se besaron, se recorrieron de tantas maneras como opciones daba la posición y para cuando ella terminaba él sudaba sosteniendo su cabeza sobre el pecho de ella y moviéndose más rápido. Entonces el proceso de la respiración larga y violenta ya se había convertidos en letras y monosílabos inentendibles fuera de esa pronunciación. Un grito de ambos era la bienvenida al tenderse de ambos en una cama mientras sus brazos estaban quietos amarrándose el uno con el otro. Carlos la miró a los ojos mientras ella le sonreía hasta que tras un último beso comenzó a dormir. Entonces él se levantó, prendió un cigarro y llamó a Juan para saber a que hora volvería. A pesar que no le pidió una hora en específico este último entendió el mensaje y quedó de volver después del mediodía.